Olor a tinta…

Cuando decidí estudiar periodismo, me veía en la redacción de un periódico, frente a una máquina de escribir, y escuchando a diario el tecleo incesante al final de la tarde; el que solo presagiaba una impactante primera plana. Pero el destino tenía preparada otra cosa.

Pasé por radio, televisión, e incluso revistas, pero de diarios nada; no durante mis primeros 18 años de vida profesional.  Fue hasta marzo del 2009, cuando recibí la llamada de mi querido amigo y colega, Gerardo Berroa, quien dirigía La Estrella, el diario más antiguo del país, y el segundo a nivel de latinoamérica.  Se había abierto un plaza como editora de política, y me la ofreció.   Debo decir que fue una gran noticia para mi.  Era como cerrar un círculo, completar una historia, poner un punto.

La redacción de La Estrella seduce.  Es cálida, familiar, acogedora.  Por lo menos es lo que yo viví.  Jamás olvidaré mis turnos de fin de semana, las reuniones de mesa para decidir la primera plana.  Las noches que parecían interminables esperando la foto, la noticia que no podía faltar en la sección; mientras la caja vacía me miraba esperando ser rellenada.

Las redacciones están llenas de sonidos, conversaciones, cuentos, vacilones, allí están nuestros amigos, los confidentes; ahhh y abundan los apodos.  En cada esquina se reúnen grupitos compartiendo las noticias más recientes, eso sí, después de haber entregado todo el material encomendado.

Viví momentos maravillosos, aprendí una cantidad de cosas que hasta ese momento solo había visto en libros. En mi recorrido por los diferentes medios puedo asegurar que cada uno tiene su encanto, sin embargo para mi, un periodista tiene que pasar por un periódico para poder decir que es periodista, porque allí desarrollamos habilidades propias de la profesión.  A mi me hacía mucha falta esa experiencia. Y se me cumplió en el mejor lugar.

Hoy me duele el pensar en la incertidumbre de mis colegas, me los imagino entrando todos los días pensando que puede ser su último día allí.  Eso no es humano.  Y no puedo dejar de preguntarme ¿quién quiere hacerse del periódico? ¿quién está como ave de rapiña esperando la muerte?  Nadie me saca de la cabeza que detrás de todo esto hay intereses muy bien alineados, arrinconarlos para que vendan a precio de costo.

Espero, sinceramente, que esto termine bien, y tengamos a La Estrella por otros 160 años más como poco.

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