Hay días y días…

Uno de los peores es cuando por alguna razón debo utilizar el transporte público de mi ciudad. Es un tema que empieza a rondar mi cabeza desde el momento que falla mi viejo carrito, es lo primero que viene a mi mente, tener que someterme al transporte público.  Confieso que sería de las que deja el carro en casa de existir un transporte público decente…porque detesto manejar!!

Y así, cuando por cosas del destino, o de mi mala administración de mantenimiento no lo sé, empieza mi día.  Lo primero es decidir si tomo un taxi o un bus.  Y como ya sé por experiencia que si viajas en bus por las mañanas deberás salir al menos 3 horas antes de tu hora de entrada al trabajo, entonces pueda que me decida por el taxi.  Pero no crean que eso es mucho mejor, quizás un poco más rápido porque el «no voy» siempre, créame que siempre, es una amenaza.

Si llamas a la piquera, suplicas al cielo mientras al otro lado de la línea la operadora se ocupa de radiar mi carrera «..3-4 San Antonio Paitilla…3-4 San Antonio Paitilla…3-4 San Antonio Paitilla», y ahí si escuchas el 9-34 entonces respiras tranquila porque un señor taxista se apiadó y aceptó llevarte.  Pero este no es el cuento de esta nota.

Nuestro cuento son los odiosos «diablos rojos».

Esos me tocan por la tarde, sino logro encontrar un Metrobus que me lleve a mi destino.  Y  la odisea comienza cuando llegas a la parada de bus porque ni sabes donde pararte, igual deberás hacer un cálculo mental de donde podría parar el bus.  Tu estrategia podría ser quedarte en el centro para correr hacia cualquier lado en igual tiempo.

Así las cosas los ves pasar uno tras otro, unos llenos que se desborda la gente, otros más vacíos pero con un «pavo» que te hace pensar: mejor espero otro.  Rogando que pase un Metrobus para por lo menos ir en aire acondicionado.

Si no es un día de suerte, entonces me toca usar un «Diablo rojo».  Aquí comienza el mal humor de la tarde, el que por supuesto llega conmigo hasta la casa, mientras mascullo porque será que soy tan descuidada y no recuerdo esto cuando pospongo el mantenimiento del carro.

No sé que es peor, si el escándalo de música que no me deja ni escuchar lo que pienso, o los gritos del chofer y el pavo gritando «Córranse pa’ tras», «pero péguense que tienen ropa» o «los puestos de la izquierda son de tres».

Primero, entre más de corres al fondo de estos artefactos, más complicado será salir. Y entonces se molestan porque te demoras para bajar, carajo si estás mandando la gente para el final del bus, entonces espera que la gente pueda salir de ese embutido de gente.  Casi sientes como eres expulsado por las masas humanas cuando intentas pasar entre dos seres por muy flacos que sean.  Y si llevas bolsas te provoca dejarlas allí mismo, porque sientes que es como una arena movediza que se traga todo.

Segundo, ese pregón de «péguense que tiene ropa» te va subiendo el nivel del mal humor.  Gente de todos los tamaños y por supuesto olores, ajá y qué crees? siempre el chiquillo atrevido o el viejo verde asqueroso que se aprovecha para pegarse demasiado, que digo demasiado, insultativamente demasiado.

Tercero, el temita ese de «los puestos de la izquierda son de 3» me revienta.  Serán 3 niñitos porque allí no caben 3 adultos jamás!!!  Allí solo caben 2 adultos y medio.  Y al que le toque el bordecito, uff! quedará guindando y haciendo malabares para no caer, la mitad del cuerpo en el aire o quizás sostenida por la masa que rellena el pasillito del bus.

Estos buses son traídos de los Estados Unidos, donde son desechados luego de un tiempo estipulado y son usados como transporte escolar, allí está el punto.  Son buses usados para transportar niños, NIÑOS!

Este es un tema que parecería del pasado, pero no.  Lamentablemente los Diablos Rojos, ahora blancos o verdes, han vuelto a tomarse nuestras calles.  No hay autoridad que valga, no hay autoridad que tenga los pantalones para decir basta.

Moraleja para mi: Más vale mantenimiento a tiempo, que Diablo rojo en la parada.